Final del juego es un relato del escritor argentino Julio
Cortázar, el cual fue publicado en el año 1956 junto a otros ocho cuentos por
Editorial Los Presentes, siendo Final del juego quien daba nombre a dicha
colección.
Cortázar fue siempre un escritor que caracterizó por sentir
una fuerte inclinación por las temáticas surrealistas o que bien incorporaran
elementos fantásticos y, aunque en este cuento no encontremos de manera
explícita dichos elementos, si se puede respirar durante todo el relato ese
aire irreal y mágico tan propio de la infancia.
Y es que la infancia ha servido desde siempre a incontables
escritores para dar rienda suelta a su imaginación y trasportarnos, a través de
sus juegos, a universos completamente maravillosos. Y es precisamente de un
juego de lo que se sirve Cortázar para sentar la base de su relato, en el cual
intenta abarcar algo tan complejo como es el paso de la infancia a la
adolescencia, y las consecuencias que este tiene. Pero esta cuestión, en
apariencia tan difícil de explicar, es narrada aquí con una sencillez y una
veracidad asombrosas, ya que tanto la extensión del cuento en sí mismo (unas
siete páginas) como su temática (de corte casi minimalista) convierten al
relato en algo así como una fábula.
El cuento sigue la historia de tres hermanas (la narradora de
la que no sabemos el nombre y sus hermanas Leticia y Holanda) que se dedican a
jugar junto a las vías de tren a un juego que ellas llaman "las
estatuas" y que consiste en que una de las tres adopte diferentes poses
mientras es observada por los pasajeros de los trenes que pasan. Un día,
mientras las niñas juegan, son vistas por un joven rubio llamado Ariel. A medida
que pasan los días, el niño les escribe diferentes papeles alabando su juego y
diciendo que quiere conocerlas. Tras concretar una cita, aparecen las dos
hermanas menos Leticia (la cual padece una enfermedad que le impide moverse con
facilidad), quien envía una carta a Ariel cuyo contenido desconocemos. Después
de ese encuentro, se lleva a cabo una última representación por parte de
Leticia mientras va ataviada con las joyas de su madre. El cuento finaliza con
que, después de esto, Ariel no volvió a sentarse nunca más en el lado de la
ventanilla donde pudiera ver a las hermanas.
El cuento, como gran parte de la obra de Cortázar, se ubica dentro
del género que se conoce como "Realismo mágico", el cual trata de
fusionar lo cotidiano con lo irreal para expresar diferentes emociones, así
como una actitud subjetiva hacia la realidad, algo muy característico de las
vanguardias europeas de la primera mitad del siglo XX y de las cuales, Cortázar
es innegable deudor.
La subjetividad tiene aquí una clara importancia ya que el
cuento, al igual que en otros muchos del escritor, está narrado en tercera
persona, en este caso por una de las tres hermanas, de la cual, como ya se ha
dicho, desconocemos su nombre. Pero Cortázar no se limita usar el recurso de
contar la historia a través de una narradora como simple excusa para
encontrarse en el centro de la acción dramática, sino que se pone literalmente
en la piel de la niña, ofreciéndonos una historia en la que constantemente apreciamos
características tan propias de esa etapa de la vida, además de hacer que nos
preguntemos hasta qué punto la historia sucedió tal y como la cuenta la niña o
si bien ha sido modificada por una mente imaginativa e inquieta. Es importante
señalar que, al contrario que en la gran mayoría de obras de Cortázar, el
narrador, aunque forma parte de la acción, no es el protagonista de la misma,
así que hace que pueda jugar con las perspectivas y ocultar al lector diversas
cosas claves para entender la obra. En la narración también apreciamos como
Cortázar logra trasmitirnos la inocencia e ingenuidad de la niña, la cual
construye un relato cuyo significado probablemente no termine de comprender. Y
es aquí donde encontramos otra de las principales características de este
cuento, la cual consiste en la capacidad de decirnos mucho más de lo que en
apariencia aparece en el relato, esto es debido a que el pulido argumento hace
que el lector deba tomar un papel activo, dando su propia opinión sobre los
hechos. De esta manera, al final de la obra quedan varias preguntas abiertas
como pueden ser el motivo por el cual Leticia no acudió a la cita (¿debido a su
enfermedad o tal vez por temor a enamorarse del joven?) y, sobre todo, el
contenido de la carta que las hermanas entregan a Ariel, el cual hace que este
nunca más vuelva a acercarse a ellas, a las cuales nosotros mismos debemos dar
respuesta aunque en mi opinión el hecho de dejar algunos cabos sueltos o del
carácter abstracto de algunos elementos sirve para que estos funcionen mejor
como elementos simbólicos de la obra. En definitiva, es como Cortázar se
transformase de manera completa en una niña y, sintiendo y pensando como ella,
nos contase una historia como solo una niña podría.
Algunos de estos elementos podrían ser las vías de tren como lugar
donde se practican los juegos y donde el tiempo no tiene importancia, aunque su
explicación más lógica es la de ser un lugar de paso (como todo el relato, en
el cual se nos cuenta el inevitable paso a la madurez) donde a través de sus
juegos tratan desesperadamente de detener el tiempo. Otro elemento de carácter
metafórico es el juego en sí mismo, por el cual además de, como ya se ha dicho,
tratar de detener el tiempo se busca la atención del resto de personas (los
pasajeros) hasta descubrir a los hombres (representados por Ariel, y cuya
aparición marca, sin duda, la inminente fisura con su niñez). Importante es
también el final de dicho juego, donde Leticia se viste con las joyas de su
madre, concluyendo con este de una manera apoteósica (como si del final de una ópera
se tratase) optando por, en lugar de dejar la infancia de manera paulatina, tratar
de hacerlo por la puerta grande. También, con esta última representación y tal
y como dicen sus dos hermanas, Leticia consigue que la imagen de ella quede
grabada para siempre en la memoria de Ariel. El juego, por tanto, tiene un
papel protagonista a lo largo del libro, demostrando la obsesión del escritor
argentino por estas creaciones infantiles, como demostrará seis años después en
su obra maestra "Rayuela" la cual tiene diferentes lecturas, y como
en el famoso juego, dependiendo del salto que des puede tener una
interpretación u otra. Como se ha dicho, el papel de Ariel también tiene una
enorme importancia, ya que no solo significa la aparición del género masculino,
sino que supone el último empujón que ambas hermanas para saltar a la
adolescencia. Y n no solo porque con él descubran el amor (en su concepto más
abstracto) sino que también se encuentran de cara con todo lo que este implica
como bien pueden ser los celos que sufren las hermanas cuando ven que es a
Leticia a quien Ariel quiere (celos que aquí se ven mitigados por la enfermedad
de esta) o el mismo desamor (vivido tanto en las dos hermanas de Leticia como
en el Propio Ariel).
Por último señalar de nuevo la importancia de la carta que
Leticia envía a Ariel de la cual, al igual que la caja que Séverine recibe en
Belle de Jour, nunca se nos revela su contenido pero sirve como elemento
conductor que da pie al final de la obra y, por tanto, al final de la infancia.
Algunos elementos del relato como la narración en primera
persona (utilizado aquí de una manera novedosa y arriesgada), la profundización
en la psicología de sus personajes (y la evolución a lo largo de la obra de los
mismos), así como el carácter abstracto y abierto de algunas cuestiones
fundamentales son características propias de las vanguardias europeas que se
centraron en el individuo y en la perspectiva del mundo del mismo.
Señalar por último que el cuento fue uno de los géneros más
explorados por los escritores sudamericanos del boom y Cortázar fue, sin duda,
uno de sus principales maestros, teniendo la capacidad de crear personajes e
historias muy vivas pese a la extensión de los mismos.