Ernesto Giménez Caballero es uno de los más importantes (y a
la vez desconocidos) introductores de la corriente vanguardista en nuestro
país. A menudo olvidado por los críticos debido a su posterior conversión al
fascismo, su obra, aunque con muchos altibajos y con grandes periodos de
inactividad, supone una interesante muestra del resultado que se obtiene al
fusionar movimientos en apariencia tan contradictorios como vanguardismo y
fascismo con su imponente personalidad, que guste o no, permitió introducir en
España muchos de los movimientos artísticos que en los años 20 comenzaban a
despuntar en Europa.
Hoy día quizá es más conocido por su importante labor
periodística, comenzando a colaborar en el periódico El Sol junto a Ortega y Gasset para finalmente fundar y dirigir en
1927 La Gaceta Literaria, una de las
revistas culturales de finales de los años 20, en cuyas páginas colaboraron
intelectuales de la talla de Lorca o el propio Ortega, convirtiéndose en la
publicación vanguardista más importante española y ofreciendo oportunidades a
varios jóvenes intelectuales en ese momento desconocidos.
Aunque su carrera como escritor se inició en 1923 con el
libro "Notas marruecas de un soldado"
donde el autor da su propia visión de la guerra tras su experiencia como
soldado en el país africano, es en 1928 cuando publica la que será su obra más
aplaudida, "Yo, inspector de
alcantarillas" en la que el escritor madrileño deja claras algunas de
sus principales influencias como Joyce, Freud, Apollinaire y toda la corriente
surrealista, así como otros movimientos vanguardistas importantes como el
futurismo o el dadaísmo.
Y es que precisamente la novela es una especie de cóctel de
la gran mayoría de vanguardias y movimientos renovadores que por aquel entonces
despuntaban en el panorama artístico internacional, aunque en mi opinión hay
uno que prima por encima del resto, el surrealismo. Aunque Giménez Caballero
rechazó en un principio asociarse a un único movimiento, varios años después y
ya en plena dictadura franquista, el escritor afirmó en repetidas ocasiones que
a él se debía la introducción del movimiento surrealista en España con su
inspector de alcantarillas, previo a las obras de carácter surrealista de Lorca
o Alberti.
"Yo, inspector de
alcantarillas" fue escrita en 1928, cuando el autor contaba con 29
años y tres libros ya a sus espaldas, además de encontrarse al frente de la
revista La Gaceta Literaria. La
novela fue concebida tras un viaje a Italia que los críticos han considerado
fundamental para entender el resto de la obra del autor, ya que fue allí donde
se sintió fascinado por el fascismo italiano de Mussolini, lo que le llevó no
mucho tiempo después a adoptar dicha ideología y a ver a Franco como al
salvador que España necesitaba.
En mi opinión, es importante que su novela más importante se
encuadre en este periodo ya que si bien el espíritu renovador y vanguardista es
lo que prima en ella, pueden apreciarse ciertos toques de su posterior
ideología fascista en algunos capítulos de la obra como en Crimen, pero inefable o Datos
para una solución.
El libro está compuesto de tres partes claramente
diferenciadas. La primera de ellas es una especie de prólogo subdivido a su vez
en otras tres partes tituladas Yo,
Inspector y Alcantarillas en el que el autor juega con las tres palabras
que componen el título de su obra para dejar claro al lector que se enfrenta a
un texto en el cual prima el subconsciente del artista y que, por lo tanto,
depende en gran medida de él atribuirle un significado o algún tipo de nexo
entre sus partes. Aunque nunca siendo claro del todo y recurriendo siempre a
términos que pueden tener un doble sentido, creo que la intención de Giménez
Claro en este prólogo es advertirnos de que el libro es una especie de viaje
por sus propias obsesiones y donde todo está narrado desde una perspectiva
subjetiva, la suya. Esto se aprecia sobre todo en Yo, donde el escritor da una visión bastante egocéntrica del mundo,
lo que significa que a partir de entonces veremos el mundo a través de sus
ojos.
Tras este prólogo encontramos la segunda parte, la cual
compone en su mayoría el libro y que, a su vez, contiene doce capítulos, cada
uno de ellos independientes y sin un nexo aparente y en los que el autor narra
hechos muy dispares en torno a temas muy variados.
La tercera y última parte, las fichas textuales, es, sin duda,
la más experimental y vanguardista del libro, siendo algunas de ellas
prácticamente incomprensibles y teniendo un valor más bien sintáctico que
literario, debido a los numerosos juegos de palabras, así como descriptivos que
el autor realiza en alguna de las fichas.
En cuanto a la temática se refiere, es muy difícil hablar de
un único argumento en el que se centre el libro, ya que si bien formalmente sí
contiene algunas pautas comunes a lo largo de toda la novela como su carácter
vanguardista y renovador, los juegos de palabras, o su tendencia al surrealismo
y a ahondar en la psique humana, en cada capítulo el autor reflexiona sobre
asuntos de lo más dispares y en los que, en ocasiones, cuesta darles un
significado concreto.
Por ejemplo, en el primero de los doce relatos, titulado El redentor mal parido y al que el autor
dio el subtítulo de Poema de la mula,
es un monólogo del propio animal compuesto de sus impresiones sobre la gran metrópoli
en la que está entrando y en la situación en la que esta se encuentra. A través
de los ojos de la mula, el autor da su impresión sobre la ciudad y sobre sus
ciudadanos (encarnados en la figura del cruel dueño del animal) y que se ubica
en esa línea entre lo pesimista y lo cómico que estará presente en toda la
obra. Por otro lado, el quinto capítulo (titulado Datos para una solución) es una descripción minuciosa en treinta
páginas de un personaje X y del cual se nos cuentan los datos detallados de su
faz, de sus aficiones y de su comportarse.
Estos dos ejemplos explican muy bien la temática ecléctica
del libro. Pese a esto, no creo que daba considerarse al libro como una simple
colección de relatos ya que opino que, por algún motivo u otro, el autor
decidió ordenarlos así por un motivo concreto, como si de un collage de sus
impresiones del mundo se tratase.
Pese a la variedad de temas, creo que hay dos que destacan
por encima del resto, siendo estos el sexo y la religión, aunque creo que es el
primero, el deseo carnal, el que predomina en el libro.
La moral de la época, aunque había avanzado bastante en
comparación al siglo pasado, todavía seguía siendo muy conservadora,
restrictiva y bastante atrasada respecto a otros países como Alemania o
Francia. Por ello, la mayoría de episodios relacionados con la sexualidad, se
centran en torno a temas tabú o a las obsesiones más internas e inconfesables del
narrador en cuestión (dependiendo del relato). Por ejemplo, en Lectura oblicua se nos cuenta la
obsesión de un marido que ha cometido adulterio, en Uno y su hermana la trama gira en torno al incesto y en Aventura con hermafrodita, el narrador
se obsesiona con una extraña muchacha que vive doblegada por la voluntad de su
madre y que además tiene serios problemas de personalidad.
La religión y la idea de Dios, por su parte, ocupan un lugar
importante en Apertura y extinción de luces,
donde el protagonista implora desesperado a un Dios que parece no escucharle mientras
que en Esa vaca y yo, un hombre
hastiado de la vida se pregunta por el significado de la religión. Pese a esto,
la religión normalmente aparece junto al tema sexual, como barrera o causa de
la represión sexual o bien como parte del propio fetichismo como en Monjas, donde el autor realiza un
retrato de una "monja blanca" y otra "monja negra".
Sin embargo, el relato que más me ha llamado la atención de
todo el libro es el titulado Infancia de
don Juan, donde de nuevo se vuelven a mezclar la temática sexual y la
religiosa. En él se narra la obsesión de un estudiante por un compañero suyo,
con un claro contenido homoerótico "¿Se
creerá que no pensaba en otra cosa más que en él aquellas noches cuando me
acodaba en el jardín?" con el que mantiene una relación idealista que
durará toda la vida del narrado ya que, pese a pasar varios años sin haberle
visto y tras pasar a formar parte de la orden los jesuitas, el protagonista confiesa
que nunca se ha excitado por otra persona que no fuese él, cuyo recuerdo le
sirve como motivo de existencia, adoptando una actitud pasiva frente al resto
del mundo. Su relación con su compañero de estudios finalizará con la expulsión
de este cuando los párrocos de la escuela le descubren masturbándose en el
cáliz de la capilla.
Creo que es innegable la valentía de Giménez Caballero al tratar temas que en la época todavía estaban mal vistos como la homosexualidad, o describir una blasfemia como la que el chico realiza en su escuela. Por otro lado, creo que también es una crítica a aquellos curas que sin tener fe eran ordenados miembros de la iglesia, ya que el protagonista afirma que ingresó en la orden simplemente por inercia, por seguir la corriente, algo que sería retomado tres años después por Unamuno en San Manuel Bueno, mártir. También me ha llamado la atención el hecho de que el protagonista del relato opte por dedicar toda su vida a la Iglesia, mientras que su objeto de deseo se reveló contra la misma de una manera tan escandalosa y radical, lo que creo que puede deberse a su necesidad de ocultar dicho deseo, siendo el modo más eficaz la religión, la cual su compañero trató de eliminar de su vida, convirtiéndose en algo así como el opuesto a la misma y a sus ideales y el mejor lugar donde refugiarse.
Creo que es innegable la valentía de Giménez Caballero al tratar temas que en la época todavía estaban mal vistos como la homosexualidad, o describir una blasfemia como la que el chico realiza en su escuela. Por otro lado, creo que también es una crítica a aquellos curas que sin tener fe eran ordenados miembros de la iglesia, ya que el protagonista afirma que ingresó en la orden simplemente por inercia, por seguir la corriente, algo que sería retomado tres años después por Unamuno en San Manuel Bueno, mártir. También me ha llamado la atención el hecho de que el protagonista del relato opte por dedicar toda su vida a la Iglesia, mientras que su objeto de deseo se reveló contra la misma de una manera tan escandalosa y radical, lo que creo que puede deberse a su necesidad de ocultar dicho deseo, siendo el modo más eficaz la religión, la cual su compañero trató de eliminar de su vida, convirtiéndose en algo así como el opuesto a la misma y a sus ideales y el mejor lugar donde refugiarse.
Como se ha visto, es difícil hablar de una narración desde el
punto de vista de la acción, ya que en la mayoría de los relatos lo que prima
es la descripción y la reflexión o exposición de determinados pensamientos en
base a unos recuerdos previos, es decir, toda la obra está enfocada desde una
perspectiva psicológica. Por eso creo que, por encima del resto de influencias,
destaca la de Freud, figura de la cual se nutrió gran parte de los artistas
surrealistas. En mi opinión la obra funciona como resultado del psicoanálisis,
es decir, que los diferentes episodios que componen la obra en su conjunto, son
una especie de pensamientos o deseos del propio autor que a través de la
literatura, y como si de un inspect or de alcantarillas se tratase (siendo la
alcantarilla el propio cerebro) tratase de sacarlos a la luz a través de su
linterna, en este caso la palabra. Esto se aprecia en el hecho de que los doce
relatos que componen la esencia del libro están narrados en primera persona,
desde una perspectiva interior y casi a modo de confesión.
En conclusión, creo que la obra "Yo, inspector de
alcantarillas" de Giménez Caballero es fundamental para comprender el desarrollo
de las vanguardias en nuestro país, más en concreto del surrealismo y que en
muchas ocasiones es olvidada en la historia de la literatura debido a la polémica
ideología del autor, que ha hecho que gran parte de su producción sea
menospreciada y tratada de propagandística.
gracias por el post
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